Veré los gallos esconderse,
las palabras reducirse,
las miradas apagarse,
Todo eso.
Veré una piedra humedecerse,
las cenizas calentarse,
los silencios acusarse.
Todo eso y aun más.
Cuando se llegue al tiempo de la vida
y haya un segundo para detenerse
y nos sentemos con igual frescura
que las piedras de un arroyo viejo.
Cuando juzguemos hazaña tras hazaña,
sin otros vicios que no sea lo cierto,
ya la guitarra será blanca y negra
llena de humo en el extremo firme.
Y tantos huesos chocarán, rugiendo,
desmembrando el alma
para siempre.
Cuando las voces del clamor guardado
sean el ruido natural del mundo.
Cuando se junte el pie con la cabeza
pese a la biología persistente.
Y cada casa sea un cayo verde,
como una torre para todo el mundo.
Y en mí repose una cabeza hermosa,
larga y redonda como un buen océano.
Y tantos huesos chocarán, rugiendo,
desmembrando el alma
para siempre.