Entre las luces del escenario
se alza la firme sombra de un hombre
que se revuelve entre las guitarras
con voz de chelo y acento noble.
Marca su gesto, brazo en el aire,
un violín Becho que al amor nombra
y en un adagio que lo estremece
mezcla su sangre con la milonga.
Su canto hiere, su canto manda,
su queja es pura pero acompaña.
Corazón solo por el planeta
sembrando flores en la tormenta.
Y ya se enciende y es más gigante
la luz certera de su canción