No le temas al sendero, tú camina francamente,
no te importe que la gente, hable de tí primero;
si no estás de chambelona, y te toca al fin tirar,
debes seguro matar, que luego Dios te perdona,
mata, que Dios perdona, mata, que Dios perdona;
un día me fui a pescar, se me prendió una salmona,
ella me dijo al saltar: mata que Dios te perdona,
mata, que Dios perdona, mata, que Dios perdona;
también fui de cacería, y al tirarle a una leona,
me dijo con sangre fría: mata que Dios te perdona,
mata, que Dios perdona, mata, que Dios perdona;
en la Punta de Cabrera, pescaron la tiburona,
y dijo mi tintorera: mata que Dios te perdona,
mata, que Dios perdona, mata, que Dios perdona.