Seré como una faca en la garganta
de un amor interrumpido.
Seré un trozo de luna
podrido y resiliente;
el dueño silencioso
de una lengua candente.
Seré el cuerpo presente
que se metió el futuro en el calzón.
Que el aire en la avenida,
por siempre emputecido,
me traiga, en las alforjas,
lo que pudo haber sido.
Que el barro desabrido
se coma, en Berriozar, el corazón que quede de mí.
Me estampo contra el raudo calendario
a la espera de otra nube;
Seré la fosa errante
de un verso maloliente
que no encontró el sentido
a no querer quererte;
que se bebió los ríos,
y fue a desembocar en tu rincón.
Quizá, el poema en celo
que se jugó los dientes,
te muerda como nunca,
ladrando como siempre,
y vuelva del hastío,
quemando su navío en el sillón.
Seré la desvergüenza de un tal Judas,
que treinta veces te niegue -y luego más-;