Cuando el mago enfermó
era día de función.
Su pájaro inmortal
se preguntó
qué sería de sí mismo.
El caso sucedió
ochenta años atrás.
Al ave blanca le costó
aceptar que el hombre haría ilusionismo.
El mago lo animó
contando un chiste sobre morir,
y el pájaro sonrió
con la mirada más triste del sur.
El gran truco final,
"un nuevo mago encontrarás
si a los ojos miraras".
Miraba a la ciudad y no quería escapar de su jaula.
La real insumisión
es a tu propia libertad
y en facultad mental
ser de alguien más,
fundirse y ser lo mismo.
Tú muéstrame a alguien que
lleve bien ser libre y di,
si en toda decisión
no se gesta un crimen ruin.
Los días que pasó
junto a aquel mago
tendrían gris final.
Su reloj de latidos para aquí.
El día que murió no encontró más sentido a su jaula.
Llegó a la conclusión irracional, si no hay mago no hay magia.
Tú muéstrame a alguien que lleve bien ser libre,
y en cada decisión no cometa un crimen.
Y el ave se acordó: "¡Nadie es de nadie!"
también se convenció: "Debe haber otro mago allí".
Y el mago treinta y dos, en el nuevo cine,
de su alma hizo salir un ave de alas grises.
El público aplaudió, temblaba el teatro
y el pájaro inmortal olvidó al otro mago.