Se cayó nuestro amor de cristal del fondo del ropero
Y un instinto se hizo grande y después nos devoró
El monstruo de los celos y el rencor
Y la mañana llegó como ceniza de una noche de fuego
Y el humo que envolvía la alcoba nos hizo confundir el camino
Y el tiempo que pasaba a cada instante
Devorando lo poco que quedaba en común
Tiñendo con perfume de tristeza
La dulce aspereza de la juventud
Buscando un rincón o un respiro
Aprendimos a jugar a no querernos
A querer no jugarnos ni en cada uno de los besos
Ni siquiera un palmo de terreno.
Y brotaron los barrotes de esta cárcel
De los tiestos del balcón, y tu amor una cadena
Y cada hora contigo un eslabón