Sevilla tuvo que ser, con su lunita plateada, testigo de nuestro amor,
bajo la noche callada;
y nos quisimos los dos, con un amor sin pecado, pero el destino ha
querido, que vivamos separados.
Están clavadas dos cruces en el monte del olvido, por dos amores
que han muerto, sin haberse comprendido;
están clavadas dos cruces en el monte del olvido, por dos amores
que han muerto, que son el tuyo y el mío.
Ay, Barrio de Santa Cruz, ay, Plaza de Doña Elvira, los vuelvo yo
a recordar, y me parece mentira;
que todo aquello pasó, todo quedó en el olvido, nuestras promesas
de amores, en el aire se han perdido.
Están clavadas dos cruces en el monte del olvido, por dos amores
que han muerto, sin haberse comprendido;
están clavadas dos cruces en el monte del olvido, por dos amores
que han muerto, que son el tuyo y el mío.