Se fue al clarear el alba
por el camino bañada en llanto,
y yo que la quiero tanto
lleno de orgullo la vi partir.
Así con mis propias manos
cavé la tumba del alma mía,
nomás por ser tan cobarde
por no decirle que la quería.
Nomás por ser tan cobarde
por no decirle que la quería.
Me vi en sus negros ojos
y al despedirse sentí la muerte.
Tal vez ya cambió su suerte
la mala suerte que yo le di.
Así, con mis propias manos
cavé la tumba del alma mía,
nomás, por ser tan cobarde
por no decirle que la quería.
Nomás por ser tan cobarde
por no decirle que la quería.