El planeta contuvo la respiración.
Los hijos del ocaso se armaron en respuesta.
Que pena que no sepas repartir tu piedad.
Y ahora tú, mi amor,
pequeña gran superpotencia
despiértame
y dime que las cosas va a marchar bien.
Que sembrarás de flores toda la ciudad.
Que me harás temblar.
(Interludio)