No es lo mismo el otoño en Mendoza,
hay que andar con el alma hecha un niño.
Comprenderle el adiós a las hojas
y acostarse en su sueño amarillo.
Tiene el canto que baja la acequia
La brisa traviesa
se ha puesto a juntar
suspiros de nubes
cansadas de andar.
Esta lluvia que empieza en mis ojos
no es más que un antojo de la soledad.
Es posible encontrar cada nombre