Es una observadora que no juzga.
Acompaña a todas partes sin perder
nunca la calma, y tanto inspira a los poetas
como arranca mil conjuros embaucando, a soñadores.
Sirve igual para locos que para cuerdos,
sirve para enamorados y también,
para los que abatidos contra las cuerdas,
reniegan del añor y sus torpezas para renacer, para renacer.
Ella no hace distincciones de lugares,
ni latitudes y aparece tan brillante,
aún menguante en cualquier sitio sin prepago.
Es la misma para todos alumbrando,
las ilusiones que se esconden en las almas, de cada ser.
Las noches que no aparece hay quienes la esperan,
dibujándola en papel como los niños,
que la pintan con su séquito de estrellas,
seducidas por tan pálida belleza, hipnótica.
Ella sale a la función tan altiva,
y tan sencilla despertando telescopios,
y mira también curiosa a quien la mira,
ella siempre es una perfecta espía,
a la que le perdonamos su descaro,
porque viene cada noche a nuestro lado, sonámbula