En Arcos de la Frontera, vivía un molinero honrado,
que ganaba su sustento con un molino alquilado
y era casado con una moza, como una rosa, tan guapa y bella,
que el corregidor mismo se aprecio de ella.
La visitaba, la cortejaba, hasta que un día,
la declaró el intento que pretendía.
Contesta la molinera: vuestros favores admito,
lo que siento es mi marido si nos coge en el garlito.
Porque el maldito tiene una llave, con la cual cierra,
con la cual abre, cuando es su gusto,
y si viene y nos coge nos dará un susto.
Contesta el corregidor: yo puedo hacer que no venga,
enviándole al molino, cosa que allí le entretenga.
Pues como digo será de trigo porción bastante,
que la muela esta noche que es importante.
Bajo la idea que traigo oculta bajo la multa de doce duros,
y con eso podemos estar seguros.
Al otro día sin más porfía por cierto vino a este molino un pasajero,
que el oficio tenía de molinero.
Le dice amigo si usted es celoso yo soy altivo,
váyase usted a su casa yo muelo el trigo.
Se ha marchao para su casa que parecía un cohete
y a las doce de la noche abre la puerta y se mete.
Y en una silla, ve la ropilla del corregidor, sin faltar nada,
botas, capa, sombrero, bastón y espada.
Se la pone el molinero con contento y alegría,
toma la vía para la casa de su rival llega a la puerta,
le abre un criado que estaba alerta
y se va en busca de la corregidora,
que es bella dama muy seductora.
Y al verse el molinero en aquella linda cama