Ramito de flores,
que traes el perfume que da,
aroma a la estancia,
que tiene mi amada beldad.
No sabes la dicha,
que en mí se acrecienta,
al verte, gozoso, esparcir,
el néctar que aspira,
voluptuosamente,
la nena que me hace sufrir.
Inundas de aroma,
la pieza y no hace olvidar,
y antes que marchite,
sus manos cogen una flor.
Con mudo lenguaje,
dile que la adoro,
dile que me muero de amor;
dile que es mi vida,
que es mi pensamiento,
mi única ilusión.
¿Quién estar pudiera,
ramito de flores, así !
contemplarla a solas,
durante su ensueño de amor?
¿Quién pudiera, acaso,
velar ese sueño,
y decirle: Te adoro, mi bien,
sin que despertara,
sin que se enojara,
ni riera de mí?