Duerme en la ribera cansada,
La Boca.
Y en el arco iris del petróleo,
riela,
rompiendo la bruma tan lejana y sola.
La pupila helada de una triste estrella
del baldío cuelga su ropa de sombras,
en la cuerda floja de un farol cansino,
con su carnaval de ciegas mariposas,
vestidas de baile, su único vestido.
Se marea de azules y gris el silencio;
el viento levanta un ladrido en su vuelo.
Y una lucecita llora temblorosa,
la muerte violeta que arrastra el Riachuelo.
Son como fantasmas de tiza amarilla
las puertas abiertas de los bodegones.
Asombros cuadrados, rayuelas de anemia,
que salta la calle que pasa y se esconde.
Y allá por el sin de color se desvela,
la voz marinera de una canción rota.
Y anda en la mejilla del alba Quinquela,
y el sol niño juega en La Vueta de Rocha.
Duerme en la ribera cansada,
La Boca.