Para que nunca se olviden
las gloriosas olimpiadas
mandó a matar el gobierno
cuatrocientos camaradas.
Ay, Plaza de Tlatelolco,
cómo me duelen tus balas,
cuatrocientas esperanzas
a traición arrebatadas.
¿Cómo harán los granaderos
cuando llegan a sus casas?
¿Amarán a sus mujeres
con manos ensangrentadas?
Pero esas manchas no salen
La Virgen de Guadalupe
conoce a los asesinos,
ya no les prendas velitas
porque está con los caídos.
No acallarás tu conciencia
con plegarias o con vino.
Los estudiantes caminan