En toda la ciudad, no hay vocablo más grotesco, más ruin y desagradable que el apellido Montesco. Tan sólo al pronunciarlo, siento un odio gigantesco. Esa familia miserable es todo lo que aborrezco. Yo soy un Capuleto a mucha honra, ¡y odiar a los Montesco es mi deber! Montesco ¡qué asco! yo no los merezco. Son insignificantes, fueran peces, no los pesco. Montesco, ¡qué asco! son todo un fiasco. Si hay que tratarlos mal, yo de compasión carezco. -¡Ahí tienen, Montescos cochinos! Si voy a abominar una cosa en concreto, no lo dudo ni un segundo es a los tontos Capuleto. Son tan feos y vulgares que no merecen respeto, ellos compiten sólo en quien es el más analfabeto. Yo soy un Montesco a mucha honra. ¡Y odiar al Capuleto es mi deber! Si un crimen cometo, sería un Capuleto. ¡No afecta a mi conciencia si veneno les receto! Si a duelo te reto, maldito Capuleto, después de claudicar debes colgarte de ese abeto. -Toma Capuleto, toma