En toda la ciudad,
no hay vocablo más grotesco,
más ruin y desagradable
que el apellido Montesco.
Tan sólo al pronunciarlo,
siento un odio gigantesco.
Esa familia miserable
es todo lo que aborrezco.
Yo soy un Capuleto a mucha honra,
¡y odiar a los Montesco es mi deber!
Montesco ¡qué asco!
yo no los merezco.
Son insignificantes,
fueran peces, no los pesco.
Montesco, ¡qué asco!
son todo un fiasco.
Si hay que tratarlos mal,
yo de compasión carezco.
-¡Ahí tienen, Montescos cochinos!
Si voy a abominar
una cosa en concreto,
no lo dudo ni un segundo
es a los tontos Capuleto.
Son tan feos y vulgares
que no merecen respeto,
ellos compiten sólo en quien
es el más analfabeto.
Yo soy un Montesco a mucha honra.
¡Y odiar al Capuleto es mi deber!
Si un crimen cometo,
sería un Capuleto.
¡No afecta a mi conciencia
si veneno les receto!
Si a duelo te reto,
maldito Capuleto,
después de claudicar
debes colgarte de ese abeto.
-Toma Capuleto, toma