Me da ganas de llorar
la paciencia pobrecita
que echó al mundo tanto abrigo
allá por las anilinas.
Hebra por hebra,
día tras día.
Estirando en el telar
Tapenmé cuando me muera
con una manta tejida
por mis paisanas.
No se acaben todavía,
angelitas de las guardas.
¡Ay madres mías! ¡Ay madres mías!
Cómo no reverenciar
prendas con dolor habidas.