Con su mejor vestido
bien planchado, iba.
Temblando de ansiedad
sus lágrimas corrían.
A lo lejos gemidos
de perros y bocinas.
El parque estaba oscuro
y la ciudad dormía.
Apenas quince años
y su vida marchita.
El hogar la aplastaba
y el colegio aburría.
En pasillos de radios
su corazón latía.
Deslumbraban sus ojos
los ídolos del día.
Los fríos traficantes
de sueños en revistas,
que de la juventud
engordan y profitan,
torcieron sus anhelos
y le dieron mentira,
la dicha embotellada,
amor y fantasía.
Apenas quince años
y su vida marchita
Huyó.
Carmencita murió.
En sus sienes la rosa sangró.
Partió a encontrar su última ilusión.
A muchacha ignoraba