Eres Tú, Señor, la vid fructuosa,
yo un vivo pámpano en Ti.
Al probar tu savia muy preciosa,
Comunión, presencia y fluir.
Si en Ti así yo permanezco,
Tú en mí vas a permanecer;
Frutos no produzco por mi esfuerzo,
pues sin Ti yo nada puedo hacer.
Tú me has llamado y escogido
Para ir y mucho fruto dar.
Con responsabilidad prosigo,
para a Dios, el Padre agradar.
Cuando fructifico Tú me limpias,
Con tu vivo hablar muy eficaz.
Para que produzca en abundancia,
y me multiplique más y más.
Frio, infructuoso e inactivo,
Oh, Senhor, no me permitas ser.
La cruz tomo, me niego y Te sigo,
pues tu nombre siempre invocaré.
Vivo así la vida de la iglesia
y con frutos rindo adoración;
En amor, asido a la Cabeza,
Crezco para la edificación.
En la iglesia soy perfeccionado,
pues el reino anhelo alcanzar;
Y las llaves ya me has otorgado
para proseguir y así reinar.
Son los frutos nuestra alegría,
esperanza y gloria triunfal,
De ser coronado en tu dia,
En los aires, en tu tribunal.