Mirabas hacia el final de la barra
a una rubia platino, delgada,
con un vestido ceñido que fumaba
un Ducados. "¿Qué hago?", preguntabas.
"Dile cualquier cosa,
si esta noche no duermes en casa, te debo una copa".
Amagaste decidido con ir.
"Pero bueno chaval, ¿cómo es que te entran las dudas?"
"¿Sabes qué te digo? Paso de la rubia.
Esta noche la paso a tu lado,
quiero estar contigo.
Jefe, póngale lo que pida aquí al amigo".
Madrid era una hoguera y nosotros incendiarios,
aullando a la noche como lobos solitarios.
Madrid era un infierno y nosotros el diablo,
corre o nuestro tridente te habrá atravesado.
Cuando aquel portero de discoteca