Solía decírtelo cada mañana,
tu cuerpo no es fuerte,
no es buena tu tos,
y la luz que entraba te me iluminaba
y tú sonreías diciendo que no.
El tiempo pasó y mi temor aumentaba,
en esa medida aumentaba mi amor.
El miedo a perderte me mortificaba,
vivir para verte era mi obsesión.
Qué suerte, y qué dolor
que pueda sentir así,
soy fuerte y tendré valor
para protegerte a ti.
Una bella tarde entre helechos y flores,
si enfermas, te cuido y te lleno de amores
y tú contestabas: eso no es amar.
Un cuarto en penumbras y en pleno reposo,
un cuerpo que espera la vida dejar,
no median palabras, no se oye un sollozo
y es sólo la muerte ocupando el lugar.
Miro como se va,
te llamo la última vez,
ya no me pudo escuchar,
abrió la puerta y se fue