Hasta entonces nunca me habían aterrado de esta forma los aeropuertos. Lléname de abrazos, lléname de besos, creo que anunciaron tu vuelo. Y entre lágrimas tu figura es devorada por la gente, y una fiera maloliente clava en mi alma sus afilados dientes. Sus afilados dientes. Quedo con el sabor metálico de la soledad y deshojo el calendario. Tengo miedo, tengo frío y dudo, y hago repaso. Fugaz e indeterminado, como un sueño ha comenzado esta historia y no sé, en verdad, si fue real. Quién me iba a decir que te iba a encontrar una noche casual, yo ejerciendo de torpe sentimental. "¿Qué haces aquí? A punto estaba de marcharme, qué bueno es encontrarte". Y tú y yo inmóviles, y en torno a nosotros giraban colores, pasaban horas, rostros. Pasaban horas, rostros. Pero nada de esto era importante,