Te escribe una guitarra
que te recuerda con devoción,
sólo para cantarte, sí,
cómo va la cuestión.
Por aquí abajo huelgan las maravillas,
la costumbre deserta de la piedad.
El afortu na do
hace vista gor da
y el vilipendiado
Mi querida Violeta, mándame aéreos,
D continua igual que la primera