Me voy por un senderito
sembrado de blancos yuyos
y en árboles en capullo
ya cantan los chincolitos.
En el estero infinito
se están meciendo las aguas,
la sombra de la patagua
me recibe con cariño,
las lágrimas, del corpiño,
resbalan hasta mi enagua.
Detrás de las alamedas
se duermen los animales,
perfuman los cereales
las trémulas sementeras.
Las hojas por vez postrera
me brindan una sonrisa
y me refresca la brisa
con sus esponjas, la frente.
(instrumental)
Respiro serenamente,
ya nada me martiriza.
Semana que mis rosales