Nuestra señora de Itatí
de belleza incomparable
en tu mundo inigualable
todo es pureza y piedad.
En tus ojos hay bondad
en tu imagen hay dulzor
que iluminan tu esplendor
hacia la eternidad.
II
Hasta aquí llegué a implorar
que me impartas bendición
y de rodillas pedí
felicidad y perdón.
Una promesa ofrecí
y recé fervientemente
como un hijo creyente
de tu santa religión.
I