Oscura la tarde, negro está el día,
marrones y grises dominan mi vida,
payasos de trapo adornan la dulce tristeza.
Que no es de escasez sino de haber tenido,
que no es el rencor por todo lo que he perdido,
sólo quería compartir contigo el clamor de mi gente.
Y yo estoy aquí
cual estaca rota por el vendaval,
debilitada con el corazón en una jaula.
A vos yo te puedo enseñar,
que estás vencido, no podés levantar.
Es que no me ves que estoy caminando sin piernas.
Y de los ocho soldados que empezaron la guerra
ya hay cinco que mueren cada día en la Tierra,
los otros siguen librando su propia batalla.
Convenciendo a Jesús de que hipoteque la cruz,
enseñando a María a bañarse con agua fría,
cebándole mate al camello del rey de la yerba.
Del rey de la yerba.
Oscura la tarde, negro está el día,
marrones y grises dominan mi vida,
payasos de trapo adornan la dulce tristeza.
Que no es de escasez sino de haber tenido,
que no es el rencor por todo lo que he perdido,
sólo quería compartir contigo el clamor de mi gente.
El calor, los aplausos, los gritos y las ovaciones
se oyen desde el cielo.
Lugar donde nada regresa jamás.