He pasado muchas horas
deambulando para regalarte
el musgo que creció a la sombra
de una estatua de Edgar Alan Poe.
Y hoy que he vuelto a ver tu cara
reflejada en el estanque,
he comprendido que no hay nada, no hay nada,
que pueda hacer
para impresionarte,
para impresionarte.
He pasado media vida aprendiendo historias que contarte,