Cuando se muere la tarde
pintando los algarrobos,
crece en el aire el silencio
y canta tu violín.
Todos tus hijos quichuistas
¡Ay, Sixto Palavecino,
dejame que te acompañe
con el llanto sincopado
de mi corazón!
¡Qué dulce repiquetea
Cuando se muere la tarde
pintando los algarrobos,
crece en el aire el silencio
y canta tu violín.
Todos tus hijos quichuistas
¡Ay, Sixto Palavecino,
dejame que te acompañe
con el llanto sincopado
de mi corazón!
¡Qué dulce repiquetea