Voy a contarles lo que había
entonces en Ramos Mejía.
Había olor a tía,
y veredas de ladrillo con pastito
y, tras la celosía,
un viejo organillero con monito.
Y había por los caminos
muchísimos fideos finos.
Había un cielo entero
Voy a contarles lo que había
entonces en Ramos Mejía.
Había olor a tía,
y veredas de ladrillo con pastito
y, tras la celosía,
un viejo organillero con monito.
Y había por los caminos
muchísimos fideos finos.
Había un cielo entero