Lo amaban, ni más ni menos,
y se sacaba cada mañana las espinas del sueño.
Juraba y maldecía
y se enredaba en la alambrada de la mansa rutina.
Vivía como tú o como yo.
Los viernes por la noche iba a buscar a su amor.
Fumaba tranquilo, planeaba la semana
y ella le arrancaba el cigarro y lo besaba.
Y un día lo mordió el virus el miedo.
Entendió que las mujeres nunca tienen dueño.
Y temió que ella marchase,
que se agotase el manantial sin un por qué.
Venció el miedo y faltó a la última cita,
no descolgó el teléfono que aullaba en la mesilla.
Y el temor a la derrota lo agarrotó como un calambre,
sin un por qué.
Duro, intenso y precario
Aún sigue dormido.
Pasaron los inviernos y aún sigue escondido,