Como tormentas fieras desbocadas,
corremos sin descanso y sin sentido,
detrás de algún destino pretendido,
delante de las deudas entabladas.
Corremos asediados por los años,
Y alguna cosa pasa cada tanto,
la vida nos detiene y nos alumbra
un corazón, una sonrisa, un llanto,
la eternidad fugaz de los sucesos,
y así, sin más, tras lo que dura un beso,
corremos otra vez en la penumbra.
Cargamos nuestra cruz en la carrera