Cuando me despierte cada día
con el cuerpo de aire y ese olor
feliz del sueño manso de las lilas
sin miedo al movimiento ni al dolor.
Cuando ya no tenga casi nada
de sangre en la garganta de papel
y un agrio pez nadando en la mirada
ni quiera más amparo que la piel.
Van a ser los días esos barcos
de luz que una vez supe esscribir
y la alegría que hemos olvidado
volviendo por los huesos a subir.
Yo me alimento con una quimera
en que los ojos al sol verán brillar
los brazos de mi padre en las banderas
y una ceniza negra y una ceniza negra
y una ceniza negra que se va.
Cuando me convenza que la suerte