Con la ternura suprema
dedico mi humilde canto
a mi madrecita buena
la del amor puro y santo.
Ella que con sus caricias
ha hecho que mi existencia
se poblara de delicias
cual un niño en su inocencia.
II
Por eso yo elevo
mi cantar a Dios
y con el mi ruego para que
premie su amor.
Amor que en el mundo
otro igual no habrá
porque es tan profundo
que por siempre reinará.
I