Es tu corazón cabedor,
bracita que no se apaga.
Mujer santiagueña, mi piquillín,
coplas maduradas vengo a entregarte.
Llévalas contigo que es el vivir, de un caminador,
que tan solo espera amarte.
Cobrizas manos que al hilar
Vuelan, palomas vuelan
morenas a mi alma,
y es un coyuyar que se enciende en mi
cuando por tus ojos huye la calma.
Déjame que cante, que vuelva en miel, por tu corazón,
para amarte santiagueña.
Eres día en mi anochecer
compartiendo los silencios